La Fundación de la Abadía de La Cambre: Un Viaje a Través de la Historia
Crónica de la Fundación de la Abadía de La Cambre
En los albores del siglo XIII, cerca del año 1200, surgió un refugio de fe y aprendizaje en las inmediaciones del Forêt de Soignes, en Bruselas. La Abadía de La Cambre, una creación de Gisèle, una monja bruselense, se ancló en la tranquilidad de un paraje aislado, buscando la serenidad lejos del bullicio mundano.
La abadía, guiada por la regla cisterciense, se nutría de la paz y el rigor espiritual. Bajo el auspicio de Gisèle y el apoyo de la comunidad monástica de la abadía de Villers, La Cambre se erigió no solo como un santuario de oración, sino también como un centro de sabiduría y arte. Enrique I, Duque de Brabante, magnánimo en su apoyo, donó los Étangs d’Ixelles, un molino de agua y el dominio del monasterio, asegurando su sustento y prosperidad.
Sin embargo, la abadía no fue inmune a las tormentas de la historia. Las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII azotaron sus muros, dejando cicatrices y ruinas a su paso. La Revolución Francesa fue particularmente cruel, devastando la estructura y despojando a La Cambre de su sagrado propósito. Vendida como propiedad nacional, sus recintos sagrados se transformaron en testigos mudos de cambios profanos: desde una fábrica de algodón hasta un depósito de mendicidad, la Escuela Militar, el Instituto Cartográfico Militar, y finalmente, el Instituto Geográfico Nacional.
En un giro del destino, el espíritu artístico de la abadía renació de sus cenizas. Hoy, La Cambre alberga la Escuela Nacional de Artes Visuales, donde la creatividad y la inspiración fluyen en los mismos pasillos que una vez resonaron con cánticos y oraciones. Los edificios actuales, fieles al estilo francés del siglo XVIII, albergan tesoros como “La burla de Cristo” de Albert Bouts, una joya artística que perdura a través de los siglos.
La Abadía de La Cambre, testigo de la historia y crisol de cultura, se mantiene firme, un faro de conocimiento y arte, recordando a todos que incluso en los momentos más oscuros, la resiliencia y la fe pueden dar lugar a una nueva era de esplendor y sabiduría.